Diego Rovira, excompañero de Lionel Messi en las divisiones inferiores de Newell’s Old Boys, revivió algunas de las historias más recordadas de su infancia compartida con la Pulga. Lejos de los flashes y las multitudes, estas anécdotas trazan un retrato íntimo y divertido de Leo antes de viajar a Barcelona: ese chico travieso, con chispa, que ya brillaba con la pelota, pero también sabía descomprimir cualquier vestuario con su impronta.
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Lionel Messi, un “as bajo la manga” que también llenaba de risas el vestuario
“Leo tenía esa chispa desde chico. Siempre quería hacer, reír, hacer alguna broma”, recordó Rovira a TN. Por entonces ambos eran parte del equipo de baby fútbol de Newell’s, con apenas 11 años, dirigidos por Quique Domínguez, padre del exjugador Sebastián Domínguez.
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“Con Leo en el equipo siempre sabíamos que teníamos un as bajo la manga”, reveló. En una temporada llegaron a consagrarse campeones invictos.
En cada entrenamiento o antes de cada partido, Messi encontraba la forma de sacarle una sonrisa al grupo. Una de las historias que más recuerda Diego ocurrió en un vestuario.
“Él me decía ‘Flaco’ y yo le decía ‘Enano’. Un día no encontraba mis botines, estábamos por salir a calentar y de repente lo veo a Leo muerto de risa. ¡Los había colgado en una viga del techo! Tuvimos que buscar un palo de escoba para bajarlos. Yo lo puteaba mientras él se cag... de risa”, detalló Rovira y aseguró que aquellas travesuras ayudaban a bajar tensiones antes de partidos difíciles.
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Los primeros acercamientos de Messi y el Barcelona: la Playstation y una camiseta de Rivaldo
Más allá de la cancha, la amistad con Messi se extendía a tardes de juegos y fútbol. Rovira contó que Leo y otros compañeros de aquel entonces como Lucas Scaglia y Gerardo Brighini solían pasar por su casa en Rosario.
“Jugábamos a la PlayStation, no sé si la 1 o la 2”, recordó. También revolvían los cajones llenos de camisetas de fútbol que su papá, un médico que viajaba por el mundo, le traía de regalo.
“Leo siempre elegía la del Barcelona, más precisamente una de Rivaldo, la del centenario del club, azul y granate, partida al medio. La usaba cada vez que venía. Años después, cuando mis padres se mudaron y regalamos muchas cosas, decidí quedármela. Es especial. Dije que si alguna vez lo cruzo a Leo, se la voy a regalar”, señaló, destacando que esa elección simple e ingenua marcaría el futuro de aquel nene que soñaba con ser profesional.

Otra escena que Diego no puede olvidar tuvo lugar en la casa de fin de semana, en las afueras de Rosario. Después de un partido oficial, los chicos (Messi, Scaglia, Benítez, Milanesio y Diego) se fueron a pasar la tarde jugando otra vez, esta vez por puro gusto.
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Allí, unos vecinos que los vieron jugar los invitaron a un partido informal. “Siempre nos reímos con mis viejos y decimos: ‘Mirá si supieran que jugaron un picado con Messi en su casa’”, expresó.
Una fractura que dejó a Newell’s sin su estrella en el Mundialito
Rovira también contó que uno de los momentos más duros de aquel equipo de Newell’s fue cuando Messi se fracturó el brazo antes de viajar a Mar del Plata a disputar el famoso Mundialito.
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“En un entrenamiento, Leo patea con su pierna inhábil, cae mal y se quiebra. No podía jugar. Fue un golpe duro para todos. Íbamos confiados y sin él tuvimos que reorganizarnos. Aun así, salimos terceros”, relató.
El padre de Diego, médico, fue uno de los que atendió a Leo tras la lesión: “Fui uno de los primeros del equipo en enterarme. Íbamos a jugar contra Boca, River, Vélez, y perder a nuestro mejor jugador justo antes fue durísimo”.

Rovira guarda un recuerdo que es la envidia de los coleccionistas y de cada fanáticos del mejor futbolista del mundo. Lo obtuvo cuando salieron campeones con Newell’s en el 2000, en la categoría predécima.
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Los delanteros de aquel equipo usaban los dorsales 9 y 10. Leo, en un lapso, llevaba el 7. “Esa camiseta la usó muchos partidos. Me la quedé yo y la conservo esperando que algún día pueda firmármela”, se ilusionó.

De promesa del fútbol a gerente de marketing
La historia de Diego Rovira también ilustra el camino de tantos chicos que sueñan con llegar a Primera, pero luego toman otro rumbo. Tras pasar por Newell’s hasta cuarta división, jugó en Suecia, Paraguay y en ligas regionales, pero a los 24 años decidió colgar los botines y retomar sus estudios.
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Se recibió de Licenciado en Administración de Empresas, hizo un posgrado en Marketing y hoy es gerente en una empresa tecnológica con presencia en América Latina y Estados Unidos.
“Noté que muchos chicos que no llegan al profesionalismo no están preparados para el ‘no’. A los 22 años te podés encontrar sin estudios, sin un plan B. Por eso siempre intento hablar de la importancia de formarse”, sostuvo.


Diego Rovira nunca llegó a ser profesional como su amigo Lionel, pero guarda como un tesoro el haber compartido vestuario, sueños y tardes enteras de fútbol con un futuro genio.