Ya contra Arabia Saudita, Enzo Fernández había mostrado algo más que buen juego: había hecho gala de su personalidad. Y aunque las cosas no salieron bien para la Selección en ese partido, en la mirada individual, el debut de Enzo fue de lo más destacado. Y contra México, nuevamente, ratificó que no le pesa: entró con el juego muy cerrado, comenzó a manejar los hilos desde el medio y coronó su presentación con un golazo.
Y no es casual: él mismo, en una entrevista con un influencer a comienzos de año, contó que su mayor virtud es, justamente, la personalidad. Sin embargo, lo que más llamó la atención de este futbolista de 21 años en ese reportaje tipo ping pong fue que contó que de chico pasó hambre.
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Enzo Fernández: del hambre de no tener para comer al hambre de gloria
Nacido en el partido bonaerense de San Martín, recibió el nombre de Enzo por mandato riverplatense familiar: ese bebé que había llegado al mundo el 17 de enero de 2001 debía llamarse como el ídolo uruguayo, Enzo Francescoli.
Enzo Jeremías Fernández no tuvo una infancia fácil, porque como él mismo contó creció en San Martín en el contexto de una familia muy humilde. Desde chico, como tantos pibes que patean en la calle, Enzo mostraba con cinco años que su talento para el fútbol podía ser cosa seria. Jugaba en el club de baby fútbol Recova, de su barrio, pero su nombre empezó a circular enseguida por el ambiente.
Con siete años fue a probarse a River, en las categorías infantiles. Se destacaba por su habilidad, pero también por la personalidad para hacerse cargo de la pelota y del equipo, una personalidad que curtía a diario en el difícil contexto sociofamiliar en el que se criaba. Pero se bancó ir a River, jugar con compañeros nuevos y empezar a romperla como futbolista.
“Me acuerdo que me dieron la camiseta y me dijeron ‘ya sos jugador de River’”, detalló el propio Enzo hace un tiempo en una nota que le dio a la web oficial de River. A medida que fue creciendo, también se potenció su enorme inteligencia para jugar, lo que lo convertía en el volante central ideal: hábil, inteligente y con personalidad.
Enzo Fernández: la idolatría por Messi que primero fue foto y después asistencia
El 4 de marzo de 2020 debutó en Primera de la mano de Marcelo Gallardo. Estuvo en ese plantel medio año y se fue a préstamo a Defensa y Justicia para “foguearse”. Y vaya que lo hizo, porque en ese equipo terminó el año ganando la Copa Sudamericana. Gallardo supo que Enzo era más que un jugador a foguear y pidió que lo trajeran de vuelta a River, donde el pibe que tenía 20 años se convirtió en figura en el club del que es hincha.
Y jugar en tan buen nivel hizo que Lionel Scaloni también posara sus ojos sobre el mediocampista y lo convocara en septiembre del año pasado. Fue parte del plantel en la doble fecha de Eliminatorias ante Uruguay y Brasil (en el partido en San Pablo que finalmente no se jugó) y tuvo su chance de debutar el 23 de septiembre, en uno amistoso contra Honduras.
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Ya se había dado el lujo de sacarse una foto con su ídolo, Lionel Messi, y en aquel partido con los hondureños se dio otro placer: darle una asistencia al capitán de la Selección, quien le retribuyó el pase con un cálido abrazo y una felicitación.
A comienzos de este año había reconocido que le sorprendió que lo convocaran a la Selección y que no le sorprendería ir al Mundial -como terminó ocurriendo- y en su despliegue de sueños dijo que prefiere ser campeón del mundo que ganar un balón de oro.
Ante México, Enzo Fernández entró y clavó un golazo, “el mejor de mi carrera”, como dijo después del partido y se encamina para empezar a ser el volante central titular, dado que Paredes no está bien físicamente y que Guido Rodríguez tiene buena marca, pero menos manejo.
Personalidad tiene, hambre de gloria también, y además su motivación está por las nubes: al mismo al que hace poco más de un año le pidió una foto, fue el primero que se acercó a trepársele para festejar descontrolado el golazo que había hecho. Sí, Messi.
