Hay algo que no cierra del todo en la dulzura y los buenos modales de Jeremie (Félix Kysyl), que vuelve a su pueblo después de un tiempo para asistir al funeral de quien fuera su jefe. Cuesta sacarle la ficha. La flamante viuda, Marine (la estupenda Catherine Frot), lo está esperando, pero su hijo Vincent no está tan contento de verlo. Especialmente cuando lo que parece una sola noche de estadía, para no manejar de regreso a Toulouse, se va estirando sin plazo aparente.
En Misericordia, la nueva película de Alain Guiraudie, invitado especial al festival de cine francés que anticipó este estreno, y el más importante director LGTBQ del cine francés actual, la intriga se instala en el espectador desde las primeras escenas. Si son celos irresueltos lo que mueve a Vincent, si los fantasmas de antiguos vínculos que ignoramos están operando en el presente, y sobre todo, a medida que avanza la narración, quién es realmente el protagonista, qué busca, qué desea.
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El pequeño pueblo, que aparece al final de una ruta sinuosa entre bosques amarillos, esconde sus secretos entre los muros de piedra que guardan la intimidad de sus espacios: la iglesia, la panadería del finado, ahora cerrada, la casa en la que Jeremie se instala (en el cuarto de Vincent), como una especie de hijo sustituto. Hay algo en la necesidad de Marine de acogerlo y cuidarlo que puede hacer pensar en otro tipo de deseo, o en una conmovedora necesidad de paliar su soledad. Un hecho criminal, que no se puede contar, impone un nuevo tono al relato.
Policial, con suspenso y una intriga creciente, Misericordia es, sin embargo, y más que nada, una exploración libre de todo eso que aflora en las pulsiones y el deseo, adormecido o reprimido, de los habitantes del pueblo ante la llegada del extranjero. Incluido el cura, que en sus paseos por el bosque buscando hongos, una pasión colectiva, se encuentra con el protagonista en forma no exactamente santa. Pero la orientación sexual de Jeremie, si es gay o bisexual, no es un asunto en sí. Dijo el director en una entrevista reciente: “En mi cine la homosexualidad es evidente, no un tema de debate”.

Guiraudie no necesita escenas de sexo, como en la recordada El desconocido del lago, que también mezclaba erotismo gay y crimen, para que el film se convierta en un relato cargado de tensiones sexuales. En torno a un personaje que llega para revolucionar los sentimientos y la paz de un lugar que le pertenece y del que a la vez es un extraño.
A contramano de muchos productos que ofrece el algoritmo en las plataformas, exige una mirada despierta y abierta, capaz de preguntarse sobre los alcances de comprender en tanto perdonar, como en el dicho francés. Sobre la naturaleza de la piedad, de la misericordia hacia el mal que somos capaces de hacer, tanto los otros como nosotros mismos.